Entre España y Kuwait. La influencia de la modernidad
La posibilidad del Museo de Arte Moderno en la España del siglo XX, y la de una arquitectura igualmente moderna que lo albergase, fue una aventura que se avanzó y frustró, una vez tras otra, hasta la llegada del periodo democrático contemporáneo.
La institución del Museo de Arte Moderno en España tiene origen en 1894, como recogía la exposición Colección XIII. Hacia un nuevo museo de arte contemporáneo, comisariada por Sergio Rubira en el Centro de Arte 2 de Mayo de Madrid en 2016. Nació para ofrecer espacio a la pintura decimonónica, dejando los periodos anteriores bajo la custodia del Museo del Prado. Su director, Ricardo Gutiérrez Abascal entendió que el museo debía ofrecer una narrativa que pusiera en paralelo al arte español con el de los otros países, y promovió una reforma de las instalaciones de la sede existente del museo. Reorganizó la exposición de las obras de la colección, para reforzar una idea de progreso histórico del Arte. El Museo se ubicaba en lo que en la actualidad es el Museo Arqueológico y la Biblioteca Nacional.
En 1933, probablemente por iniciativa del director Gutiérrez Abascal, se convocó un Concurso Nacional de Arquitectura para un nuevo edificio para el Museo de Arte Moderno. El Concurso se falló a favor de Fernando García Mercadal. El arquitecto zaragozano tenía entonces 37 años y era uno de los principales impulsores de la introducción en España del racionalismo arquitectónico centroeuropeo. Invitado ya en 1928 a al primer Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM), celebrado en Suiza, se convirtió en el principal impulsor de la fundación del GATEPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea), su rama española. También en 1928, Mercadal construiría lo que se considera su obra principal, el Rincón de Goya en Zaragoza, la primera obra racionalista del país.
El proyecto de Mercadal para el Museo de Arte Moderno en Madrid reflejaba las mismas ideas racionalistas que había planteado en el edificio de Zaragoza y que se debatían entre los arquitectos modernos del momento. Ubicada en el Paseo de la Castellana, aún por construir, la propuesta buscaba una arquitectura clara y funcionalista. En la memoria que se publicó en la revista Arquitectura, su autor diría que: «repelemos el museo-almacén de cuadros tanto como el museo-palacio y aceptamos tan sólo aquellos museos dispuestos de modo que nos permitan gozar la emoción de la obra de arte en sí, independiente de cuanto la rodea, de modo tal, que en su planteamiento y disposición no cuenten más que el público y las obras». El museo finalmente no se construyó.
El Museo de Arte Moderno permaneció por tanto en la misma sede, dividido en dos, lo que fue llamado el Museo Nacional de Arte del Siglo XIX, situado en la planta alta de la misma, y el Museo Nacional de Arte Contemporáneo, en la baja. El arquitecto José Luis Fernández del Amo fue su primer director. En 1968 ambas colecciones fueron reunificadas de nuevo, constituyéndose con ellas el Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC). Al año siguiente, otro Concurso Nacional de Arquitectura, le buscó un nuevo espacio. Los ganadores de este nuevo concurso fueron los arquitectos Jaime López de Asiaín y Ángel Díaz Domínguez. Díaz Domínguez se había titulado sólamente un año antes, López de Asiaín en 1960.
El proyecto de López de Asiaín y Díaz Domínguez seguía las recomendaciones del Congreso de Arquitectura de Museos, que se había celebrado en México en 1968, potenciando espacios modulares y flexibles que pudieran adaptarse a diferentes programas expositivos. Estaba pensando siguiendo un concepto más cercano al de centro de difusión de las artes contemporáneas que como un museo tradicional de arte. Los arquitectos citaban directamente las palabras de Le Corbusier como inspiración para el proyecto, como podemos leer en el artículo que se publicó en la revista Arquitectura tras el fallo del concurso: «Encontrar un medio para construir un museo en condiciones que no sean arbitrarias, sino, por el contrario, que sigan las leyes naturales de crecimiento, que son el orden en el cual se manifiesta la vida orgánica: un elemento es susceptible de añadirse en armonía, pues la idea de conjunto ha precedido a la de la parte».
Esta idea impulsó un proyecto basado en un módulo constructivo perfectamente resuelto y asociable a otros módulos, cuyo espacio era «neutro, estandarizado», y al que se le podría aplicar cualquier programa. El resultado fue una arquitectura formada por un basamento con planta en forma de U, rodeando un patio y elevado sobre pilares, sobre el cual se levantaba una torre, y planteando reminiscencias materiales a la arquitectura de otra personalidad fundamental de la época, Mies van der Rohe. El espacio fue construido entre 1971 y 1973.
El Museo permaneció en Ciudad Universitaria hasta 1986, momento en el que se creó el Centro de Arte Reina Sofía. La planta baja del edificio de la Ciudad Universitaria fue adscrita entonces al Centro Nacional de Exposiciones y el resto al Museo del Pueblo Español. Desde 2004, tras una rehabilitación, el edificio se convirtió en el Museo del Traje.
Por su parte, el nuevo museo de arte moderno, primero Centro de Arte, tomó como sede el antiguo Hospital General de Madrid, un gran edificio neoclásico del siglo XVII y XVIII, que estuvo en servicio durante casi más de trescientos años, hasta 1965. Su actividad comenzó a inicios del siglo XVII tras el trazado del arquitecto militar José de Hermosilla y la dirección de obra de Francisco Sabatini y Juan de Villanueva.
Después del cierre del Hospital en 1965, el edificio había empezado a degradarse, en un proceso acelerado por la presencia próxima del scalextric de Atocha. Un estudio realizado en 1969 por el arquitecto municipal Fernando Moreno Barberá, un profesional de estilo brutalista autor de significativos edificios en la capital, recomendó su demolición por el valor de sus terrenos. Ante esta amenaza, el historiador y también arquitecto Fernando Chueca Goitia presentó un informe en el que se solicitaba que el edificio fuera clasificado como Monumento-Histórico Artístico que evitó que el edificio del Hospital fuera demolido.
El edificio pasaría a ser propiedad del Ministerio de Educación, y en la década de 1980, Antonio Fernández Alba fue encargado la rehabilitación del edificio. A finales de 1988, José Luis Íñiguez de Onzoño y Antonio Vázquez de Castro diseñaron las tres torres de ascensores de vidrio y acero, en colaboración con el británico Ian Ritchie. El edificio abrió primero como Centro de Arte y en 1992, como museo, bajo la dirección de Tomás Llorens, con fondos artísticos procedentes del MEAC. Las primeras adquisiciones para la colección incluyeron por ejemplo a Pablo Picasso, Salvador Dalí, Julio González, Antoni Tàpies, Antonio Saura, Carmen Calvo o Richard Serra. En diciembre de 2001 se inició la construcción de una gran ampliación diseñada por el arquitecto francés Jean Nouvel.
Ésta es la historia del museo de arte moderno en España, hasta hoy. Sus etapas nos muestran la evolución de las perspectivas arquitectónicas. Así, en la memoria del Museo de Arte Moderno de Mercadal, publicada en la revista Arquitectura durante la Segunda República, el arquitecto zaragozano hablaba de la falta de bibliografía arquitectónica en torno al proyecto museístico. En ese momento, el MoMA, el ejemplo de museo de arte moderno por excelencia, llevaba abierto sólo 5 años, desde 1928. Sin embargo, la arquitectura clara, sencilla y racionalista de Mercadal conectaba ya con las ideas acerca de la autonomía espacial del arte de Alfred H. Barr Jr., director del MoMA.
Algo más de 30 años después, Jaime López de Asiaín y Ángel Díaz Domínguez planteaban la cuestión de la flexibilidad y la modularidad, en coherencia con las teorías, por ejemplo, sobre los mat buildings que se desplegaban en Europa. La organización espacial comenzaba a entenderse como algo más fluido, interconectado y variado, frente a la perpectiva funcionalista y racionalista del Estilo Internacional.
Ya en los años 80, otro tipo de intereses políticos, así como historiográficos y artísticos, recuperaron un edificio patrimonial como el Hospital de San Carlos, apostando no tanto por una arquitectura contemporánea como por la preservación patrimonial. Esta cuestión era indiscutible ya desde determinadas miradas, a pesar de la amenaza que aún constituía la posición moderna, de ambición desarrollista, frente a la memoria histórica. El espacio resultante en el museo actual, ha sido el de un espacio dado, fijo y pétreo, laberíntico y de escala, capaz sin embargo o quizás por ello, de albergar la lectura cronológica y situada del arte del siglo XX que actualmente se despliega entre sus paredes.
Finalmente, los años 2000 y con ellos, el proyecto elegido finalmente para ampliar el MNCARS, de Jean Nouvel, nos revelan también el espíritu del momento. La elección fue la de imagen frente a funcionalismo, la de monumento frente a programa o patrimonio, una vía que quizá es la que hoy podemos considerar menos acertada frente a las otras propuestas que se abrieron en los años 30, 60 y 80 del siglo pasado.
* Este artículo forma parte de una serie de posts en el blog de AGi architects bajo el concepto “Entre España y Kuwait. La influencia de la modernidad”. Se trata de la segunda parte dedicada al papel de los centros de arte y patrimonio en el siglo XX. Lee sobre el artículo anterior aquí.
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