Por Pablo López, arquitecto senior de AGi architects, Universidad Politécnica de Madrid PhD, Arquitectura.
Continuación de “La silla como elemento anticipador de la arquitectura (II): una imagen condensada de la modernidad”
En los años inmediatamente posteriores a la II Guerra Mundial los arquitectos tenían poco trabajo que hacer en una América que no necesitaba reconstruirse como Europa, pero que sin embargo había sufrido el duro impacto emocional y económico de la guerra. Por ello era frecuente que los arquitectos buscaran otras fuentes de trabajo; los Eames lo hicieron fundando junto con John Entenza, en 1941, su propia compañía de productos de contrachapado en madera. En ella volcarían todo lo aprendido realizando prótesis y moldes de entablillados para los heridos de la guerra, que sustituirían a las antiguas metálicas que producían la gangrena en muchos casos. Al igual que Jean Prouvé aprovecharía los adelantos técnicos de la industria aeronáutica y De la Sota bucearía en los bajos fondos de la construcción industrial, los Eames rescatan la técnica de la avanzada industria bélica para redirigirla a la vida cotidiana.
Así pues, la mayoría de modelos de sillas de los Eames desde la Plastic Chair RAR, los modelos DAW o DAR apostarían por esa geometría producto del moldeado empírico de la postura corporal, recogido por la técnica inventada por Sol Fingerhut, a finales de la década de los 40, de moldeado de fibra de vidrio a alta presión, evolución natural de sus contrachapados de doble curvatura que ya habían ensayado. Esta nueva técnica permitía una mejor reproducción a escala industrial. En un solo objeto convergen dos premisas fundamentales de la obra de los Eames: por un lado, los objetos –incluidos los arquitectónicos- como catalizadores de la vida y, por otro, la técnica como formalizadora de ese propósito.
Pero si hay una pieza de los Eames paradigmática en este aspecto es el célebre diseño de La Chaise que en 1948 realizaron para el concurso del MOMA en Nueva York. Aunque el referente formal y cultural fuera el de crear una silla que sirviera de acomodo para la escultura “Floating Figure” de Gaston Lachaise, el referente conceptual de la silla de los Eames es el ser una especie de envolvente de la postura humana, una gran posibilitador ergonómico, un contenedor de posturas.
Sin embargo, en la escala del mueble ese mismo concepto tiene un correlato morfológico bien distinto. Se entiende que el hombre, para sentirse cómodo y libre en su postura, necesita de un soporte que se adecúe a él. De otra forma, cuando la silla toma su geometría de un diseño preformulado –véase Rietveld- o es presa de unas limitaciones constructivas que lo constriñen, lo que hace es imponerse sobre su función, el confort del usuario. De ahí que la piedra angular de todo diseño de los Eames sea el vaciado de un cuerpo sujeto de múltiples maneras.
El sampleado como técnica
Un sampler es un instrumento musical electrónico similar en algunos aspectos a un sintetizador pero que, en lugar de generar sonidos, utiliza grabaciones (o samples) de sonidos que son cargadas o grabadas en él por el usuario para ser reproducidas mediante un teclado. La música producida con él se lleva a cabo juntando piezas ajenas que, dispuestas de una determinada manera, den lugar a una composición.
Aunque los Eames conocieron el sampler podemos reconocer su forma de componer en unos y otros, como operación propia de la arquitectura pragmática. Esta técnica no crea tipos nuevos, no trabaja léxicamente, sino que otorga un nuevo significado a tipos conocidos, opera sintácticamente.
Prácticamente toda la producción de muebles de los Eames parte de esta operación. Las piezas, por una parte respaldo y asiento unificados en una sola, y por otra la estructura, son intercambiables indistintamente de manera que crean un sistema abierto cuya máxima expresión es el modelo RAW, evolución que toma el cuerpo del modelo RAR y le añade una apoyo oscilante a modo de mecedora. Las partes de cada modelo son como prótesis intercambiables en la mesa de operaciones. Cuerpos y patas pueden combinarse sin por ello alterar el diseño, puesto que participan de una misma estrategia abierta al usuario. La máxima es ofrecer confort empírico –no confort intelectual como Mies- y por ello la formalización final del diseño es indiferente. Fiel reflejo de ello fue su propia casa, sujeta a múltiples ampliaciones que, sin embargo, no alteraron un ápice la esencia del proyecto.
Bajo esta perspectiva podemos reconocer como De la Sota emplea el sampleado a gran escala cuando observamos los croquis explicativos del proceso proyectual del Gobierno Civil de Tarragona en donde combina tipos conocidos para reunir en el conjunto las dosis justas de bloque de viviendas, carácter institucional, monumentalidad, etc., esperable en un edificio de su carácter.
Como derivada de esta importancia del sistema por encima del objeto, el proceso de construcción tomará una importancia radical. En los vídeos que los Eames realizarán sobre sus muebles como “the fiberglass chair”, las piezas no son explicadas mediante una deducción lógica o plástica, como si fuera una escultura o instalación artística, sino mediante el proceso industrial que lleva implícita. En una trasposición escalar definitiva los Eames nos explican de idéntica manera su casa: nos hablan de un artefacto realizado a partir de componentes prefabricados existentes en el mercado y que se ensamblan desde el remolque de un camión en tan sólo 36 horas.
“Finalmente todo se conecta: personas, ideas, objetos. La calidad de las conexiones es la clave para la calidad en sí. “
Charles Eames
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