Empezamos en el blog una serie de artículos dedicados a personalidades significativas en el ámbito del diseño y la arquitectura que no son especialmente conocidas. Este primer artículo se dedica a dos de las mujeres que trabajaron en la firma de mobiliario moderno Herman Miller, Tomoko Miho y Barbara Loveland. En la labor de difundir su legado destacan la archivista Amy Auscherman, y los editores de Hall of femmes, así como la periodista Meg Miller y el diseñador Adrian Shaughnessy.
La silla Coconut, o la tumbona de cuero de Ray y Charles Eames: en los años 40 y 50, el diseño de mobiliario vivió un momento de esplendor que dejó ejemplos inolvidables. Los nuevos materiales y técnicas de fabricación, como la madera moldeada o el plástico; la consolidación de los nuevos modelos formales en la arquitectura; la liberación de las costumbres, y las nuevas formas de vida urbanas; el optimismo del momento; todo ello dio lugar a diseños históricos que cambiaron la forma de entender nuestros espacios cotidianos. Además la compañía se preocupó por difundir su trabajo con un diseño gráfico excelente que conquistó corazones.
Herman Miller: sentando las bases del diseño moderno
Uno de las grandes empresas del diseño del momento fue sin duda Herman Miller. Fundada en 1905 en Michigan bajo el nombre Star Furniture Company, Dirk Jan De Pree, que había llegado a presidente, y su suegro Herman Miller, compraron el 51% de las acciones en 1923, y la empresa tomó el nombre del segundo. La compañía en ese momento reproducía modelos de muebles existentes. Pero la llegada de la Gran Depresión renovó el papel del diseño, pues se hizo necesario desarrollar nuevos productos que estimularan el mercado. Por esta razón, Herman Miller contrató al diseñador Gilbert Rohde, cuyo papel fue clave en formar un estilo moderno estadounidense en la primera mitad del siglo XX.
Rohde experimentó con materiales innovadores, como Plexiglas, y diseñó uno de los primeros sistemas de oficina modulares, el Executive Office Group (EOG), que Herman Miller sacó al mercado en 1942. Pero él no fue el único en consolidar una nueva imagen para Herman Miller. Mientras su oficina diseñaba las colecciones de muebles, su esposa Peggy Ann Rohde diseñaba e ilustraba catálogos, folletos y otros elementos gráficos de la empresa.
Más tarde, en 1945, el histórico George Nelson se convirtió en Director de Diseño de Herman Miller. Nelson era editor de Architectural Forum, creía que el papel de un diseñador era el de mejorar el mundo en el que vivía y tenía cualidades especiales para trabajar de forma interdisciplinar. Ray y Charles Eames, Harry Bertoia, Richard Schultz, Donald Knorr e Isamu Noguchi trabajaron para la compañía, bajo la supervisión de Nelson. En su propio estudio, Nelson fue pionero en el desarrollo de la imagen corporativa como un diseño total. El diseño gráfico de la empresa se convirtió también en un ejemplo icónico del diseño de mitad de siglo. El logo fue desarrollado por Irving Harper, del que sin duda reconocemos su diseño para el sofá Marshmallow. Cuando Harper comenzó a trabajar en una campaña publicitaria para la empresa en la década de 1940, no había fotografías de muebles disponibles para incluir, así que diseñó un gráfico que posteriormente se convertiría en el logotipo de la empresa.
Tomoko Miho: claridad de influencia japonesa
Además de estos notables colaboradores, Herman Miller acogió el talento de otras personas cuyo papel fue fundamental aunque haya sido menos divulgado. La archivista Amy Auscherman trabaja actualmente en el archivo de la compañía y entre sus objetivos destaca identificar la aportación de mujeres con nombres menos conocidos al legado artístico de la firma, como cuenta Meg Miller en Eye on design. Auscherman había trabajado previamente en una investigación en profundidad acerca de la Miller House, una obra maestra de la modernidad cuyo diseño arquitectónico llevó a cabo Eero Saarinen, el interiorismo, Alexander Girard, y cuyos muebles de jardín fueron encargados expresamente a los Eames. Ausherman es también coeditora del libro de Phaidon Herman Miller: A Way of Living.
Volviendo al archivo de Herman Miller, resultado de su trabajo, Auscherman recuperó el trabajo de varias diseñadoras que colaboraron con Herman Miller y dieron forma a sus catálogos. Una de ellas fue Tomoko Miho, una diseñadora japonesa-estadounidense que contribuyó con un trabajo excepcional a la presentación y difusión de Herman Miller. El escritor y diseñador Adrian Shaughnessy, en su fantástico artículo sobre la diseñadora, sostiene que los catálogos de Miho de los años 60 fueron una influencia fundamental para la presentación gráfica del diseño de mobiliario de forma internacional.
Tomoko Miho nació en 1931 en Los Ángeles, y su familia vivió durante un tiempo en un campo de concentración tras la segunda Guerra Mundial. Estudió en el Art Center College of Design de Pasadena. Viajó a Europa, donde el contacto con el arte y la arquitectura modernas le dejó un impacto indeleble. A su vuelta, fue Irving Harper, director creativo en la oficina de George Nelson, quien la contrató. La combinación entre claridad y formalismo de sus propuestas gráficas aseguraron a su trabajo una funcionalidad y belleza incontestables. Precisa y detallista, sus diseños son limpios y claros. Es característico su uso de la perspectiva, como en el caso del logo desarrollado para Omniplan, en 1971.
Tras cuatro años en la oficina de Nelson, se trasladó con su marido a Chicago, donde éste había encontrado un nuevo trabajo. Comenzaría a colaborar en el Center for Advanced Research in Design (CARD) que dirigía John Massey. En CARD, Tomoko siguió trabajando para Herman Miller. También produjo su trabajo más famoso, el poster de Arquitectura de Chicago, que hoy conserva el MoMA de Nueva York, donde utilizó la imagen de un material industrial para reflejar el espíritu de la ciudad.
En 1982, fundó Tomoko Miho Design en Nueva York. El trabajo de Miho puede conocerse en más profundidad gracias al libro Hall of Femmes: Tomoko Miho, que recupera su trayectoria.
Barbara Loveland: inspiración psicodélica
En los años 70, Herman Miller contrató al diseñador gráfico Steve Frykholm como su primer director creativo y diseñador gráfico interno, del que destacan sus explosivos diseños para los Picnic anuales. En 1976 y 1977, Linda Powell y Barbara Loveland se incorporaron al equipo. Rob Hugel lo haría en los años 80, y de esa manera se conformó el grupo central que realizaría el diseño gráfico de la empresa a lo largo de los años 70 y 80.
Loveland nació en Michigan en 1951. Tanto ella como Powell, se graduaron de la Universidad del Oeste de Michigan (WMU) en la década de 1970. Después de finalizar la carrera, trabajaron en el Centro de Investigación de Diseño de la WMU dentro del Departamento de Arte, donde se conocieron. Ambas participaron en algunos trabajos emocionantes, incluyendo una revisión total de la gráfica de la empresa, a principios de los 80, de asientos y sistemas. Antes de la llegada de los ordenadores, eso significaba aerografiar toda la línea de productos a mano. Tras sus trece años en la compañía llegó a Gerente de Diseño de Comunicaciones. Más tarde pasaría a trabajar en la Ferris State University, diseñando el grado de Diseño Gráfico.
La mayoría del trabajo que realizaban era interno, dejando algo de lado el trabajo para publicidad o dirigido al público. Sin embargo su calidad y optimismo era fascinante. En el caso de Barbara Loveland, la cartelería refleja un mundo de formas llenas de color, seductoras y alegres, con influencias innegables de la psicodelia de los años 70. De su autoría son las carpetas, cajas y papelería de Herman Miller del inolvidable color rojo que caracteriza a la firma. Loveland creó un patrón de puntos rojos sobre rojos con el nombre de la compañía.
Powell y Loveland, en los últimos años han dedicado gran parte de su tiempo a fundar y mantener el West Michigan Graphic Design Archives, con el fin de preservar la historia de esta disciplina en la región.
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