Este artículo presenta dos lecturas, el libro de entrevistas a Gordon Matta-Clark publicado por Puente Editores, y el catálogo de la exposición Hiperespacios, en el centro de arte Bombas Gens.
En sus entrevistas, Gordon Matta-Clark insistía en su interés por explorar el límite. Por ocupar el límite arquitectónico. Pero además de en esta intersección, Matta-Clark se ubicó en otras: en la que existe entre la práctica artística y la arquitectónica, entre el espacio concreto y la abstracción, entre la creación y la destrucción, e incluso, nos aventuramos, entre el formalismo y el sentido político.
Todo límite lleva aparejada su puesta en cuestión. ¿Existe o no uno entre el arte y la arquitectura, o entre crear y destruir? Las respuestas son simultáneamente sí y no. Y en varios de esos límites se sitúan los dos libros que cruzamos en este texto, que abordan la presencia no sólo del cuerpo en el espacio, sino al revés, del espacio en el cuerpo.
Gordon Matta-Clark. Entrevistas se publica en Puente Editores. El volumen, pequeño y magníficamente diseñado, recoge en sus páginas de color azul cielo seis entrevistas al artista en castellano. A través de ellas volvemos a mirar una obra que ha influido significativamente en el ámbito arquitectónico académico, si bien, como leemos en el libro, Matta-Clark se sentía ideológicamente alejado de él. Sus magníficas reflexiones sobre el sentido político que toma la práctica arquitectónica sirven para acompañarnos hoy, en una actualidad en la que la arquitectura ha perdido su sentido heroico pero se mantiene heredera de las premisas modernas.
Solo si eres capaz de escapar de la concepción tradicional de qué es útil o necesario, entonces, y sólo entonces, puedes empezar a explorar los temas. Si, por ejemplo, aceptas incuestionablemente la idea de que las cosas pueden aseverarse de un modo terminante, que la condición humana puede establecerse y formularse, incuestionablemente puedes asumir también que las cosas pueden resolverse. Ésta es una de las actitudes que la política de la arquitectura promulga intencionadamente, aquella inherente a la tradición de la máquina.
—Gordon Matta-Clark en Entrevistas.
Matta-Clark era hijo del pintor chileno Roberto Matta y Anne Clark, pintora estadounidense, que habían emigrado desde París a Nueva York con motivo de la segunda guerra mundial. Su hijo viajaría en 1962 para estudiar Literatura Francesa en la Sorbonne, donde conoció a los filósofos deconstructivistas, a Guy Debord y los situacionistas. Al año siguiente volvió a Nueva York y cursó arquitectura en Cornell, que estaba en ese momento dirigida por el historiador moderno Colin Rowe. Fue en los 70 cuando emergió de lleno la práctica artística de Matta-Clark.
No sé qué tipo de llaves tienes tú, pero hay gente que lleva esos llaveros increíbles, casi como libretas de direcciones, un manojo de llaves diferentes para diferentes cerraduras de diferentes espacios. Es algo fantástico. Si pudieras conseguir ese llavero, tendrías en la mano decenas de espacios, y no sabrías cómo son ni dónde está ninguno de ellos. Es otro ejemplo de mi interés por el espacio inaccesible e imaginado.
—Gordon Matta-Clark en Entrevistas.
Como bien refleja Entrevistas, la obra de Matta-Clark trabaja el deshacer como acción, la destrucción como acto creativo y de transformación sensible. Aunque las intervenciones del artista son de una agresión evidente, con una mirada más cuidadosa, podemos leerlas como un actos poéticos situados en procesos mucho más violentos de construcción y destrucción arquitectónica. Matta-Clark, quizás no como objetivo, pero sí en consecuencia de su trabajo, hace visible la fragilidad de los entornos construidos, y con ellos la de la vida cotidiana en la ciudad. Sus intervenciones proponen una subversión fenomenológica y formal del espacio que pone el cuerpo y el recorrido en el centro a la vez que, en una consecuencia no buscada, cuestiona los procesos urbanos especulativos.
La obra de Matta-Clark se relaciona íntimamente con la ciudad de su tiempo, atravesada por procesos de salida y de vuelta, de precarización y gentrificación, de desigualdad social con la marca de la raza y la clase social. Así, dos de sus obras más conocidas, Splitting (1974), donde el artista cortó en dos una casa prefabricada en un gueto negro cuyos inquilinos habían sido desahuciados, o Conical Intersect (1975), donde perforó un edificio parisino del siglo XVII que esperaba la demolición para la construcción del Centro de arte Pompidou, dan cuenta de la complejidad de sus poéticas.
Entrevistas nos permite profundizar en los intereses que subyacen tras la obra de Matta-Clark, un artista clave que trabajaba fuera del espacio museístico, en la ciudad y el tiempo histórico concretos que habitaba. Frente al testimonio del artista neoyorkino que emerge en estas páginas, el otro libro que ocupa este artículo propone una relación muy distinta con la arquitectura. Se trata en este caso de una mirada a la arquitectura desde el espacio expositivo.
Hiperespacios es el catálogo de la exposición del mismo nombre que tiene lugar en Bombas Gens hasta mayo de 2021. La muestra expone obras de la fundación Per amor a l’art, en su mayoría pintura. La arquitectura se hace presente de distintas maneras. Podemos leer las fachadas de rascacielos de vidrio y acero convertidas en tramas geométricas en la obra gráfica de Roland Fischer Façades On Paper (2001–2012). En un sentido muy distinto, que apela al entendimiento del estándar industrial propio de nuestra disciplina, se presenta la obra de Pedro Cabrita Reis Les Verts #2 (2012), un lienzo verde encerrado entre carpinterías de aluminio.
Como una extensión superficial de la piel, pues, lo háptico comprende este recíproco con–tacto entre el mundo y nosotros que el “arte arquitectura” encarna. Este ‘tocar’ materias como formas espaciales, figuras y sombras, comprende una forma dinámica de resonancia.
—Marisa Vergara en Hiperespacios.
La discusión en torno a la memoria y su conservación que lleva implícita todo espacio, se muestra en la exposición a través de la obra de Patricia Gómez y María Jesús González Room Rosa (Calle Mediterráneo 29, El Cabanyal). A la memoria del lugar (2007–08). Esta pieza documenta el espacio interior de una vivienda en el barrio modernista de El Cabanyal, amenazada por el derribo. Esto nos conecta de nuevo con Matta-Clark, pues las artistas valencianas se han acercado a un contexto urbano cuya vecindad está siendo desalojada y su arquitectura tiene los días contados. En este caso, en cambio, la estrategia es la de la conservación, y la técnica artística es la de la transferencia de los acabados arquitectónicos interiores (paredes, techos, suelo) a una tela. Así, se inicia un archivo que conserva una parte de estas viviendas para el futuro.
El catálogo de la exposición ha sido proyectado por la artista Fernanda Fragateiro, y precisamente se basa en la idea de archivar imágenes. La artista portuguesa propone un libro construido como un recorrido visual. En él, las obras de la exposición, junto a otras fotografías seleccionadas por Fragateiro, forman una colección de imágenes que permiten al que lee caminar dentro y a lo largo del libro como si fuera un paisaje.
Así, aquí la edición gráfica es importante: las páginas son una sucesión de imágenes conectadas a través del color y la textura. Hay detalles de las pinturas y obras artísticas a toda página. Siguen imágenes de arquitecturas ordinarias en blanco y negro. Medias páginas con planos de color articulan las imágenes entre ellas para dar continuidad o generar contraste.
Quien guste de la arquitectura, inmediatamente reconocerá estas fotografías en blanco y negro. Muchas de ellas provienen de Arquitectura sin arquitectos, la famosa exposición celebrada en el MoMA en 1965. Otras proceden de otras fuentes, como la imagen de la famosa fachada semiderrumbada diseñada por el estudio de arquitectura SITE, que dialoga con una de las esculturas de la misma Fragateiro en la exposición. Tanto en el catálogo como en la exposición, la arquitectura se presenta en gran medida como imagen. Pero podemos leer también una conexión matérica, que aparece al entender de qué están hechas las cosas, puesto que la pintura forma también parte del espacio construido.
Permanece la sensación sin embargo de que el diálogo entre exposición y arquitectura tiene algo de imposibilidad. Ya Matta-Clark reconocía el imposible de trasladar sus intervenciones al espacio museístico. Sin embargo, a la vez la exposición y el archivo nos ofrecen una temporalidad distinta desde la cual mirar al mundo, más detenida y en cierta medida al margen de los procesos financieros y materiales que crean el espacio afuera, en la ciudad, y ello son buenas noticias para la arquitectura.
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