Por Pablo López, arquitecto senior de AGi architects, Universidad Politécnica de Madrid PhD, Arquitectura. Continuación de "La silla como elemento anticipador de la arquitectura (I): objeto útil vs. objeto semántico"
En 1928, la crítica de arte Rosalind Krauss afirmó en su ensayo Sculptures in the Expanded Field: «Las trasgresiones y los préstamos desde unos medios [escalas] a otros son una característica definitiva de la modernidad» y, en efecto, no parece casual el hecho de que el diseño de sillas haya sido una constanterecurrente en la carrera de muchos arquitectos a lo largo de los dos últimos siglos y, especialmente, durante el siglo XX. La silla se ha convertido en un objeto condensado de tendencias arquitectónicas, en algunos casos precedentes de lo que estaba a punto de ocurrir a mayor escala.
Así por ejemplo la silla de tubos de acero plegado que Marcel Breuer popularizó en los años veinte formaron parte del período heroico de la arquitectura moderna “del mismo modo que las envolturas de cristal transparente que sustituía a los muros de carga”, según diría el propio Sigfreid Giedion. Un objeto manifiesto que renegaba de toda composición relegando cualquier contenido plástico al puro esqueleto sustentante, al mismo tiempo que Le Corbusier llevaba a cabo la puesta en práctica de su esquema Dom-ino en el Pabellón del Spirit-Nouveau.
La realización de la primera silla de tubo de acero, que hoy conocemos con el nombre de “Wassily”, se ha convertido en leyenda de la historia del diseño. Tuvo lugar en el año 1925, mientras la Bauhaus se trasladaba de Weimar a Dessau. El nuevo edificio proyectado por Gropius aún no estaba terminado y los talleres se alojaron provisionalmente en las Städtische Kunsthalle, la sala de arte municipal. Marcel Breuer tenía entonces veintitrés años y ya había diseñado varios muebles de madera con anterioridad muy influenciados por la estética del grupo holandés De Stijl. Gropius le encarga la realización de varios muebles, sillas plegables para las aulas, taburetes para la cantina, mesas de taller y la llamada “butaca club”. Esta butaca fue la primera versión -hubo hasta cinco- de la silla Wassily. El prototipo fue realizado con el tubo de acero doblado de la bicicleta Adler del propio Breuer lo que le dio la idea de construir la silla con ese mismo material. Tenemos constancia de que escribió al fabricante de bicicletas pidiéndole que pusiera a su disposición la cantidad necesaria de tubo de acero que requería pero éste consideró la idea descabellada y se negó. Sin embargo, consiguió la colaboración de la firma comercial de tubos de acero Mannesmann y, con la ayuda de un soldador, concluyó el primer modelo de la que tenemos constancia a través de las fotografías tomadas por Luzia Moholy-Nagy en la exposición sobre Breuer que tuvo lugar en la Kunsthalle de Dessau en 1926.
El mobiliario tubular establecía la pauta para el nuevo interior moderno: aséptico, austero, higiénico y transparente, en oposición al interior burgués cálido, acolchado y aterciopelado. El propio Breuer auguró un estrepitoso fracaso comercial para su modelo: era “demasiado fría e industrial”, alejada del paradigma de lo hogareño. Pero la realidad vino a contradecirle, fue un rotundo éxito entre la nueva burguesía centroeuropea precisamente porque supo anticipar, antes que nadie, una nueva forma de domesticidad.
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