En estos días en los que debemos pasar la cuarentena en casa, está aún más clara la importancia del espacio doméstico. Ningún espacio construido es tan esencial como el hogar. Por esa razón escribimos este artículo, pensando en viviendas que nos inspiran. Casas cuyos recursos de diseño pueden enseñarnos algo en estos días de cuarentena en casa. ¿Qué pequeños gestos o ideas para futuros proyectos podemos aprender de ellos?
Habitando el color: Casa Rogers
Probablemente no hay ningún recurso tan sencillo como el uso del color para crear un ambiente. Ahora, nuestras casas acostumbran a lucir un impoluto blanco. Sin embargo, a través de la historia el uso del color ha sido fundamental. A más lujo, más color. Tonos desbordantes mostraban los palacios europeos, desde Versalles hasta aquellos más desconocidos.
El color, como todo, es también cuestión de tendencias. Hacia la mitad del siglo XX, éste cogió una importancia especial. Esto se debió a la aparición de nuevas pinturas y materiales sintéticos en una miríada de tonos distintos. Inolvidables son, como resultado, esas cocinas de tonos pastel que han quedado inmortalizadas en el cine. A la vez, la arquitectura de autor también abrazó el color, como mostraron los interiores de Le Corbusier o de Luis Barragán.
Más tarde, la arquitectura high-tech también convirtió el color en un aliado. Eso nos muestra la icónica fachada del Museo Pompidou, cuyos intensos colores contrastan alegremente con el clasicismo parisino.
No sólo los edificios públicos mostraron un brillante arcoíris, sino también en las viviendas el color tuvo un papel especial.
La casa de Ruth y Richard Rogers en Londres, reformada en 1983, es un duplex caracterizado por sus altas paredes blancas, grandes ventanales abiertos al cielo y un ambiente frío creado por los muebles de acero inoxidable. El contraste lo proporciona el mobiliario y el uso de la pintura para marcar determinados elementos arquitectónicos. La columna y viga metálicas pintados en azul añil, los cojines rojos de las sillas de Harry Bertoia, o el amarillo flúor de los sillones de oficina diseñados por los Eames llenan de alegría sus interiores. El baño, pintado por entero de rosa: techo paredes y suelo, nos indica también cómo inundar un espacio mediante un solo color puede ser una estrategia perfecta.
Pero quizá el uso del color es aún más espectacular en la casa que el arquitecto inglés diseñó para sus padres. La Rogers House es una vivienda donde la transparencia y la claridad constructiva se basa en el uso de los elementos industriales prefabricados. Como señala el arquitecto, el diseño estuvo influido por alguno de los arquitectos modernos como Raphael Soriano, Craig Ellwood, Jean Prouvé o los mismos Eames.
La vivienda se diseñó a partir de un pórtico estructural que se repetía, generando dos volúmenes muy sencillos cerrados en los extremos por grandes ventanales de vidrio. Este pórtico (dos pilares y una viga en H) se pintó de color amarillo, subrayando su importancia y dando un aire juvenil y muy alegre a la vivienda. El color amarillo es el que predomina en la vivienda, estando también presente en muebles y paredes. Pero siempre con otros colores, muy vivos y frescos: el verde lima, el rosa chicle y el rojo intenso. El resultado es una vivienda inolvidable.
El juego como punto de partida: Case Study House #8
Sin duda, dos de las personas más influyentes en nuestros interiores domésticos han sido Ray y Charles Eames. La pareja de diseñadores, de los que ya hablamos en nuestro pasado artículo en el blog La vida como performance arquitectónica, fueron los autores de piezas de diseño inolvidables como la silla de plástico DSW que muchos tenemos ahora en nuestras viviendas. Además de mobiliario, los Eames diseñaron múltiples objetos y juegos. Es el caso del entrañable asiento con forma de elefante para niños y niñas pequeños, que ahora comercializa Vitra, o el maravilloso juego de cartas House of cards diseñado para hacer preciosas estructuras tridimensionales.
Lo mejor de los Eames estaba en los detalles, y es esto lo que podemos aprender de cómo imaginaron y crearon su vivienda. La pareja construyó una casa como un cosmos de objetos. La vivienda se encontraba llena de figuras de cerámica provenientes de sus viajes, bellos utensilios de cocina y vajillas, telas, cojines y alfombras, plantas y ramos de flores, lámparas y sillas, y pinturas suspendidas hasta en el techo. En la fantástica estantería también los libros participaban de la creación de un universo de colores, formas y recuerdos. Los objetos se podían recolocar o mover. De esa manera la casa podía ir construyéndose y modificándose con el tiempo, como una tarea que nunca termina. Además, los objetos involucraban al habitante en su creación, como las máscaras de enorme tamaño de animales que hicieron los propios Eames como manualidades.
Los Eames, a través del juego y la artesanía, nos enseñan que a través de los hábitos del día a día se puede crear una casa maravillosa.
De Ray y Charles podemos aprender también como proceso y resultado, juego y creación, van de la mano. Muchos de sus objetos invitaban a la invención y la participación por parte de todos los miembros de la casa. Máscaras, cometas o peonzas de colores pueden diseñarse, pintarse o fabricarse artesanalmente en casa con un poco de imaginación y materiales sencillos. Muchas de las cosas que los Eames probaron a hacer en su casa o en su estudio, como las máscaras, terminaron convirtiéndose en objetos de diseño producidos en masa. Convirtieron esas actividades que realizan los niños y niñas, en un arte para todas las edades que embellece el hogar.
El resultado quedó reflejado en la película que la pareja creó tras un periodo viviendo en su casa, y que titularon House after five years of living, así como en otras numerosas películas accesibles hoy en YouTube donde se filmaban los objetos cotidianos que coleccionaban o admiraban, como trenes de juguete, o peonzas.
Honrando el pasado para construir el presente: Casa Mercaders
En la arquitectura española, el trabajo de Enric Miralles, junto a Benedetta Tagliabue y a Carme Pinós ha merecido la máxima atención. La casa donde vivían Enric Miralles y Benedetta Tagliabue es uno de estos lugares de culto. Juntos diseñaron un espacio doméstico muy especial, privilegiado por su localización en el casco antiguo de Barcelona, una zona de la ciudad con varios siglos de existencia. Esto convirtió la casa en un espacio memorable. La huella del pasado se incorporó a la nueva casa.
La pareja compró en los años 90 un enorme local con patio que se encontraba en un pésimo estado. Se dispusieron a reformarlo, apenas sin proyecto. Según progresaban, fueron descubriendo en el espacio verdaderos tesoros. La casa de origen gótico había alojado a una familia burguesa a principios del siglo XIX. Después, en los años 30, se había transformado en almacén. Este nuevo uso borró muchas huellas de la arquitectura anterior. Los tabiques no estructurales habían sido derribados. La decoración estaba oculta por capas de yeso y pintura.
Al iniciar las obras, Tagliabue y Miralles hallaron valiosas pinturas al fresco y mármoles falsos, pero también informales graffitis a lápiz hechos por antiguos albañiles. Los suelos desvelaron la presencia de baldosa hidráulica. Las paredes escondían chimeneas de piedra o arcos labrados. Según iban apareciendo estos elementos, la pareja los incorporó a la concepción de la nueva casa. Valoraron tanto los elementos clásicos como capiteles de piedra, como otros aparentemente sin importancia, como los dibujos a lápiz.
Tras décadas de desinterés por el patrimonio, ahora está claro que es un valor inigualable también en nuestros espacios domésticos.
El proyecto tuvo, sin duda, una dimensión arqueológica. La arquitectura existente guió el proyecto de reforma, dando la partitura para lo nuevo. Sin embargo, eso no les impidió a Tagliabue y Miralles jugar con los hallazgos que hacían, creando un espacio muy personal. Así, las baldosas del suelo, que tuvieron que levantarse, por ejemplo, se colocaron luego de otra manera, en relación con las ventanas, como dibujando la luz que entraba por ellas.
La casa de Miralles y Benedetta desvela cómo una apreciación del patrimonio arquitectónico puede crear espacios verdaderamente únicos. Recuperar lo antiguo y descubrir cómo habitar estos contextos con capas de historia es a veces un privilegio, pero a veces, está más cerca de lo que pensamos. Arquitecturas más sencillas, pero cargadas de pasado, así como detalles menores son también elementos para construir espacios únicos.
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