La vista por la ventana muestra un conjunto típico de cualquier ciudad. A la derecha, unas torres de vivienda colectiva, que tienen en planta baja una zona comunitaria pavimentada. A la izquierda, un edificio reciente destinado al uso de hospital, con una fachada de muro cortina bien resuelta. Al fondo, un rascacielos de 248 m. de altura. En medio de este collage típicamente contemporáneo, existe un solar sin uso, a la espera de la construcción de un equipamiento, donde se mantienen algunos árboles de cierta edad, que crecen libremente, con sus ramas caídas y su desorden natural. Entre ellos, mucha vegetación baja. Antes, este solar se usaba como parking informal. Recientemente vallado, a pesar de la mala condición de un terreno erosionado por la lluvia, crecen hierbas y arbustos y en primavera, está salpicado de flores silvestres y amapolas.
Dice el jardinero y filósofo francés Gilles Clément que espacios como estos, que desde una mirada convencional, podríamos considerar baldíos, o como él los denomina, residuos, son aquellos en los que se genera una mayor diversidad. A ellos dedicó un libro, “Manifiesto del Tercer Paisaje”. El Tercer Paisaje son los espacios que quedan entre los trazados de las autopistas en un nudo de carreteras. Es una zona urbana en la que el esqueleto de un edificio se encuentra abandonado. Es un solar no ocupado en la ciudad, tras el derribo de un edificio o en una zona nueva, a la espera de un equipamiento. Es el espacio que queda junto a cercas y vallados. Todos estos son lugares cercanos abandonados a la indecisión, situados a la espera.
Además del Tercer Paisaje, Clément define unos conjuntos primarios o reservas naturales, que se parecen a la naturaleza ideal. Suelen ser lugares que se han reservado y delimitado, protegido. Frente a ellos, el Tercer Paisaje, en cambio, está conformado por residuos. Todo ordenamiento genera un residuo, que suele estar situado entre lugares de explotación: lindes, lugares difícilmente accesibles y espacios a la espera de ocupación.
Cuanto más a la periferia de una ciudad nos situemos, más espacios residuales encontraremos, dice Clément. En el centro de las ciudades, prácticamente todo se encuentra ocupado, rara vez nos encontramos algún solar sin edificar, y menos aún una calle o plaza en la que el asfalto o el pavimento falten. Más allá del centro de la ciudad, quizá sean esos espacios entre autopistas los más representativos de la noción de Tercer Paisaje. Esos espacios tierra de nadie que acompañan nuestros desplazamientos suburbanos, tan característicos de la ciudad posmoderna formada por zonas residenciales, industriales y comerciales, signos publicitarios, vías de comunicación, y unos fragmentos de paisaje que permanecen como los únicos a los que no se les ha asignado ninguna función. El Tercer Paisaje es un espacio de oportunidad, donde mayor biodiversidad puede surgir, ya que la flora y la fauna puede recomponerse de acuerdo a las condiciones existentes.
¿Cómo podemos relacionarnos con estas ideas desde la arquitectura? El mismo Clément propone vernos como jardineros planetarios, y hacernos responsables como seres sociales que compartimos un mismo territorio desde una cooperación con la naturaleza.
Proyectos como el de Restauración y Musealización de los Castros gallegos, que AGi architects está actualmente desarrollando, o la Rehabilitación del Puente de Furelos, también en Galicia, nos hacen pensar que cualquier arquitectura es potencialmente un Tercer Paisaje. Dicho de otra manera, cualquier arquitectura es potencialmente una ruina, y como tal, un espacio natural intervenido por el hombre y desprovisto luego de función, un Tercer Paisaje. Los proyectos de Galicia nos hacen reflexionar acerca del papel que deben tener estas arquitecturas antiguas hoy y sobre cómo actuar sobre ellas. La intervención arquitectónica y del ser humano puede ocurrir en equilibrio y cooperación con el devenir natural de la biodiversidad. El equilibrio con el medio ambiente es un reto sobre el que reflexionar hoy, como dice Gilles Clément, como jardineros planetarios.
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