Nightswimming, remembering that night
September’s coming soon
I’m pining for the moon
Decía el grupo estadounidense REM, en su tema Nightswimming, del álbum de 1992 Automatic for the People, que nadar es mejor en una noche tranquila. La canción evoca el recuerdo de un baño en el agua una vez caído el sol. Nos hace imaginar la sensación de bañarnos, la imagen de la camisa olvidada junto al borde de la piscina, la luna baja en el cielo y el mes de agosto llegando a sus últimos días.
El siglo XX fue la época dorada de la música pop, de las películas de Hollywood, de la televisión y de las piscinas.
Ahora que llega el calor, comprendemos que Ned Merrill, el protagonista de la película El Nadador, en un sofocante día de verano, decida pasar las horas bañándose en las piscinas de todos sus vecinos. “¿Por qué quieres ir nadando a casa?”, le pregunta su mujer, extrañada. “Piscina a piscina se forma un río que llega hasta casa”, le responde convencido Ned, interpretado por Burt Lancaster. Y Ned se pone en marcha, viajando de vuelta a su residencia, atravesado modernas piscinas de la época. Es 1969, y el agua destila optimismo, alegría y modernidad. Mientras, en la película, Ned intenta reencontrarse consigo mismo, brazada a brazada.
El mundo moderno tiene tantas piscinas como para poder llegar nadando hasta casa: se trata de una nueva geografía del siglo XX. Es un nuevo paisaje, hecho de suburbios salpicados de cuerpos de agua que se ha extendido por todo el planeta. Esto quizás fue lo que observó el artista español Fermín Jiménez Landa. Inspirado por la película de Burt Lancaster, Jiménez Landa se lanzó a llevar a cabo el mismo relato en la vida real. En el año 2013, ayudado por Google Maps, viajó desde Tarifa, en el sur de España, hasta Pamplona, al norte, nadando en todas las piscinas que se situaban en la línea que conectaba ambos puntos.
Durante el siglo XX, el nacimiento del ocio, de la cultura de masas y la extensión de las prácticas deportivas hicieron que se pasara de exclusivos clubes náuticos y balnearios costeros, a las piscinas populares.
El gusto por el chapuzón nos dejó una constelación de atractivas piscinas Art Déco.
El cine, máximo exponente de la cultura de masas, se daría cuenta del poder evocador de una piscina. En este artículo pasaremos por varias piscinas Art Déco, esos lugares que iniciaron la fiebre del chapuzón veraniego. Muchas de ellas, protagonistas en la gran pantalla, han sido el colmo del glamour en las décadas de los 30 a los 60, cayeron en decadencia; y ahora, de nuevo, se recuperan como espacios para el hedonismo estival.
En París, la más famosa entre las piscinas era la Molitor. Abrió en 1929 y a cargo de su diseño estuvo Lucien Pollet. Se llenaba de la clase alta parisina, y por su barandillas blancas y ventanas, tomó el nombre de “crucero blanco”. Durante el invierno, el paisaje cambiaba completamente y la instalación se convertía en una pista de hielo. Nos imaginamos decenas de parisinos tomando el sol en su piscina de verano, que estaba rodeada de arena como si fuera una playa. En la Molitor, se celebraban desfiles de moda y, en 1946, se convirtió en el centro de todas las miradas cuando se presentó allí el primer bikini de Francia. La piscina, a pesar de formar parte de la memoria colectiva de la ciudad, quedó abandonada durante las últimas décadas, hasta que, recientemente, fue recuperada como parte de un hotel. Pero incluso en plena ruina mantuvo un aura especial, llenándose de graffitis de los mejores artistas urbanos de la ciudad.
Las piscinas Art Déco cubiertas se hicieron también populares en esas décadas. Seguimos en Francia, en la ciudad de Rennes, donde el alcalde que gobernaba en los años 20, tenía el firme objetivo de proveer a sus ciudadanos de higiene y salud física. Así que impulsó la construcción de una de las primeras piscinas climatizadas de Francia. Como ella, hubo otras, sólo en París, podíamos encontrar, por ejemplo, la Piscine Pontoise, que se utilizó en el rodaje de la película Tres colores: Azul, y es muy característica por su enorme techo de cristal y sus mosaicos. Otros espacios similares fueron la Piscine des Amiraux que se inmortalizó en Amélie, y La Piscine de Roubaix, en la foto, que ha sido transformada en el Museo de Arte e Industria André Diligent.
En Madrid, se construyeron también un buen número de piscinas durante los años 30. Una joya de la época, a rebosar de celebridades como el Molitor, fue la Piscina Stella, proyectada por Fermín Moscoso del Prado Torre en el río Manzanares. Posteriormente el club sería ampliado por Luis Gutiérrez Soto y José Antonio Corrales. No fue la primera piscina pública de la ciudad, pero sí fue la más popular. El edificio era un precioso ejemplo de racionalismo arquitectónico. Abrió en 1931, y compartía con el Molitor la forma de barco, quizá heredado del Club Naútico de San Sebastián, del mismo autor. En sus tres piscinas se hacían numerosas fiestas por la tarde y por la noche. Solían ir muchos americanos que residían en la base aérea de Torrejón de Ardoz, y famosos del momento, como Ava Gadner, Antonio Machín, o Paloma Picasso. Varias películas, como “El Cochecito” (1960) de Marco Ferreri, se rodaron allí.
El Reino Unido se llenó también de complejos para el baño. Las ciudades costeras entusiasmaron al público, que las visitaba para disfrutar del sol y el agua. Ciudades como Brighton, o la localidad de Penzance, en Cornualles, tenían entonces un fuerte impulso vacacional. Ello provocó que Penzance acogiera una nueva instalación, la Jubilee Bathing Pool que se inauguró en 1935. Se trata de una de las piscinas piscinas Art Déco –un Lido, como se llamaba a la piscina descubierta– más antiguas del país. De líneas aerodinámicas y forma triangular, estaba pegada al mar, cuyo agua llenaba la piscina. Hoy es una de las mejores conservadas del país, a pesar de haber entrado en decadencia 60 años después de su apertura, pudo recuperarse y reabrirse en 2016.
La ciudad de Miami se caracteriza por su alegre estilo arquitectónico. Entre sus piscinas piscinas Art Déco, la del Hotel Raleigh fue un icono desde 1942. El hotel fue diseñado por L. Murray Dixon, que era uno de los principales arquitectos en la ciudad. En 1947, Life Magazine dijo que su piscina era «la más hermosa de América».
Esta piscina Art Decó también sirvió de escenario para el cine de Esther Williams, una de las estrellas de la era dorada de la Metro Goldwyn Mayer. El debut de Williams como gran estrella de Hollywood fue con la película Escuela de sirenas, convirtiéndose ella en la protagonista de todo un género acuático–musical del cine. Según Williams, “nadar es el único deporte que puedes practicar desde tu primer baño hasta el último de tu vida y sin lesiones”, y así lo hizo toda su vida. Sin embargo, ya fuera de cámara, una vez que se casara con el galán hollywodense Fernando Lamas.
En Nueva York, las piscinas Art Deco también inundaban la ciudad. Durante el verano de 1936, la Administración pública abrió hasta once piscinas metropolitanas. Bajo la dirección de Robert Moses, se llevó a cabo un proyecto de gran escala para crear varias casas de baños y complejos de piscinas al aire libre. Se usaron en ellas las más modernas técnicas arquitectónicas. La más grande y popular de las que se abrieron ese año fue la Astoria Park Pool. Su situación no podía ser más espectacular, al localizarse junto a los puentes Robert F. Kennedy y Hell Gate.
Y de forma similar, en Australia, la North Sydney Olympic Pool ocupó una función y posición como la del Astoria. Se construyó en 1936 en un área de costa que quedó vacante después del desmantelamiento del taller del Puente del Puerto de Sydney. Las vistas permiten ahora ver desde ella la Ópera de Sydney y el Puente del Puerto. El edificio se caracteriza por los arcos de estilo Art Deco decorados con relieves de águilas, ranas y delfines.
Las piscinas fueron un espacio de deseo y disfrute, concurrido y exitoso durante el siglo XX. Después muchas perdieron su atractivo con la aparición de otras modas, como los paquetes turísticos, o por la competencia de instalaciones más modernas. La arquitectura de cada una de ellas y su fuerte personalidad ha hecho que muchas se recuperasen en las últimas décadas.
La práctica de AGi architects está, como el paisaje que hemos recorrido en este artículo, poblada de piscinas. Piscinas que entran al interior de las viviendas a través de patios interiores, piscinas que se extienden hacia el cielo y el horizonte, piscinas colectivas que establecen un juego formal con los volúmenes de de la vivienda… En el próximo post, piscinas privadas cuyas formas, relación con el paisaje y materiales nos llevarán a pensar acerca de cómo el diseño de los detalles puede hacer la experiencia de bañarse algo completamente memorable, y evocativo, como nadar bajo la luna.
Oli dice
Me ha encantado éste artículo, qué maravilla de piscinas, qué bonita manera de poder repasar el testimonio de una época… Fantástico!