Hacia la mitad de la Edad Media, la aparición de unos restos funerarios en tierras gallegas dieron origen a un elemento único y principal para la cultura medieval, el Camino de Santiago. Esta ruta de peregrinación generó una conexión entre el norte de la Península Ibérica y Europa. Desde entonces, el Camino, formado a su vez por otros muchos, cruza los territorios gallegos, asturianos, castellanos, aragoneses… Salpicado de elementos arquitectónicos construidos en relación al peregrinaje, como hospitales, iglesias y puentes, estableció una conexión artística y de conocimiento, geográfica, política y espiritual cuyo significado ha ido cambiando con los tiempos.
Elemento significativo en la construcción de lo que Europa es hoy, la relevancia del Camino ha sido reconocida desde las instituciones que se encargan de la custodia del patrimonio. Ya en 1985, el Camino de Santiago obtenía la consideración de Bien de Interés Cultural. Justo a la vez que la ciudad de Santiago de Compostela quedaba incluida entre los elementos Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; a los que el Camino se sumaría también, en 1993. En la actualidad, el Plan director do Camiño de Santiago 2015–2021 tiene como finalidad preservar los valores del camino y reforzarlo como icono universal, permitiendo que perviva su identidad, que cohesione con los valores del territorio, y la identidad gallega, a la vez que se adapte a los valores del peregrino del siglo XXI.
Otros planes impulsados desde administraciones públicas han apoyado su mantenimiento. El Programa de conservación y rehabilitación del patrimonio arquitectónico del Ministerio de Fomento, que atiende las necesidades del Patrimonio Arquitectónico, Histórico y Social, convocó en 2016 un concurso para la intervención arquitectónica sobre distintos puntos del Camino de Santiago Francés. Entre las distintas intervenciones propuestas se encontraba el acondicionamiento y restauración del puente de Furelos. Con esta actuación, que fue encargada a AGi architects, se abrió la posibilidad de introducir una reflexión sobre el significado de este elemento como paso, estancia e hito dentro del Camino a su paso por Melide.
El origen del camino se debe al descubrimiento no probado de la tumba del apóstol Santiago el Mayor en Galicia, alrededor del año 820. Un eremita llamado Paio había encontrado los supuestos enterramientos de Santiago, junto a sus discípulos Teodoro y Atanasio. Ya existía una tradición popular que vinculaba a Santiago a Galicia. Según ésta, el apóstol habría viajado a la península ibérica después del año 33, cuando los apóstoles fueron enviados a la predicación. Después, al retornar a Jerusalén, fue mandado matar por Herodes Agripa, pero su cuerpo retornaría hasta Galicia, donde, dice la leyenda, fue sepultado.
Tras el hallazgo de Paio, el rey de Asturias Alfonso II, que peregrinó al lugar, mandó construir una pequeña iglesia. Ésta sería el germen de la catedral de Santiago actual. Durante el siglo X comenzaron a llegar peregrinos europeos. La época de oro del Camino sería algo más adelante, entre los siglos XI y XIII, gracias a una unión de fuerzas e intereses que, mientras los mozárabes presionaban desde el sur, llevaron a cabo los principales centros de poder occidental: la Corona, el papado y las órdenes monacales (las abadías de Cluny y el Císter). Religiosos cercanos a Cluny escribieron el Códice Calixtino. Los reyes, buscando apertura con Europa, favorecieron una red de monasterios cluniacenses en el norte de España y alrededor del Camino.
En el Códice Calixtino se reúnen sermones, milagros, relatos y piezas musicales relacionados con el Apóstol Santiago. Incluye una guía para los peregrinos.
El Camino, celebrado entre los siglos X y XIII, perdió relevancia después, debido a la dureza material del siglo XIV, marcado por la Guerra de los Cien Años (1337-1453) y la Peste Negra (1348). El cisma religioso, la Reforma protestante y las guerras de religión, le restaron muchos peregrinos. No sería hasta al final del siglo XIX con el segundo descubrimiento de las reliquias del apóstol, que habían sido ocultadas en 1589 ante el temor de un ataque a Compostela por parte de los barcos ingleses de Francis Drake, cuando se recuperara la ruta.
Santiago de Compostela fue el tercer de los grandes centros de peregrinación de la Cristiandad, junto a Roma y Jerusalén. La ruta originaria pasaba por la calzada romana que cruza el Pirineo por el puerto del Palo, pero pronto fue abandonada para usar el puerto de Somport, en Huesca. El Camino de Santiago Francés, donde se ubica el puente de Furelos, se originó aquí y también en Roncesvalles, y ambos ramales se unieron en Obanos, Navarra, discurriendo hasta Santiago de Compostela.
A lo largo del camino, se construyeron puentes, iglesias y hospitales. La acogida era uno de los principales aspectos de la experiencia del peregrino. Un cuidado físico y espiritual que se daba en instituciones hospitalarias construidas sobre todo gracias a los donativos de la Iglesia, los reyes o la nobleza. En la Edad Media, el peregrino estaba vinculado con Dios, y así en muchas escenas religiosas representadas en la arquitectura de la zona Jesús aparecía con los signos del peregrino, como el zurrón y la concha de vieira.
El Camino de Santiago es un elemento de arquitectura civil, una ruta o vía, salpicada de elementos arquitectónicos y artísticos. Pero un camino no puede concebirse sólo como un espacio geográfico. Es también un elemento de dimensión temporal. El Camino es una experiencia concebida al andar, es una experiencia de transformación vinculada al cuerpo y a una cierta espiritualidad.
Además, como señalaba el filósofo Gustavo Bueno, «el momento espacial del camino, la calzada, cuando está incorporada al camino viviente, es algo más que un mero componente material, puesto que la calzada encarna la norma misma del andar». La propuesta planteada por AGi architects para la conservación y recuperación del Puente de Furelos es consciente de esta idea. Partiendo del ritmo del caminar, y de la fenomenología del andar, se dibuja una arquitectura que marca el paso del peregrino.
El proyecto marca físicamente el paso del caminante, pero también el del río que atraviesa. Grandes piedras demarcan el umbral como ámbito de recepción del peregrino; y las claves, pilares, estribos y tajamares se marcan en la calzada, dibujando el paso de las aguas. Se establecen puntos de observación aguas arriba y aguas abajo, mostrando el camino futuro que espera más allá y el camino que se deja atrás… La propuesta tiene la voluntad de devolver el puente de Furelos a su norma original. Recupera los modos de medir versados en el cuerpo humano, la mano, la vara… y el pie, una escala humana.
La devolución de la memoria local del puente es otro de los aspectos fundamentales del proyecto. Así, elementos en piedra no local provenientes de intervenciones tardías, sobre todo ejecutadas en granito, se sustituyen por aparejos en gneis proveniente de las canteras de la zona. El bajo muro de contención del margen hidrográfico se prolonga para configurar un banco de piedra. Es un ámbito en donde poder observar el paisaje, descansar y preparar de nuevo el camino.
Consulta el proyecto en detalle en nuestra página web.
Deja un comentario