Un invernadero es uno de los elementos más impactantes de un jardín. Durante el siglo XIX se convirtió en una moda y los hogares pudientes incorporaron uno a sus arquitecturas. Es quizá el espacio que mejor representan la idea de arquitectura como deseo.
Son también una arquitectura inevitablemente ligada a los imperios europeos. Exploradores, botánicos, y navegantes comenzaron a traer especies vegetales exóticas al viejo continente alrededor del siglo XVII. La conservación de las plantas fuera de sus climas originales dió lugar a ciertos experimentos con la calefacción por medios solares, usando técnicas pasivas gracias a la tecnología del vidrio.
Ya antes, el gusto por las especies vegetales foráneas había dado lugar a arquitecturas que permitían el cultivo en climas no autóctonos. Eran comunes los refugios que cubrían las plantas y las elevaban del suelo para protegerlas del frío. Árboles móviles y cubiertas desmontables eran habituales. El uso de estufas y de sistemas de calefacción ayudaba a las plantas a pasar el invierno.
Con el desarrollo técnico del vidrio, en el siglo XVIII, los invernaderos comenzaron a popularizarse. La clase burguesa se encontraba en pleno crecimiento y solía imitar las costumbres de la aristocracia, lo que extendió el gusto por los jardines a la moda. Se mejoraron los sistemas de control climático (luz, ventilación, calefacción y riego) y se innovó en estructuras. Nuevos montantes metálicos adelgazaron la arquitectura, y con ello aumentaron la entrada de luz y las dimensiones de los recintos.
La industrialización permitió el uso de vidrio y acero en cantidades masivas. Aunque los invernaderos sólo se dirigían a una clientela selecta, el ferrocarril y la industria naviera pronto permitió ampliar el mercado. A final de siglo, la industria del acero había crecido mucho, permitiendo una gran producción, a la vez que el ferrocarril garantizaba la distribución. Simultáneamente, la mejora de las técnicas de fabricación del vidrio y las bajadas de impuestos lo abarataron.
Diversas empresas desarrollaron sistemas de invernaderos prefabricados, que podían ser enviados por barco a sus destinos. Los pedidos, hechos por correo, se dirigían sobre todo a lugares dentro del imperio británico. El kit completo para pedir por correo tuvo un gran éxito en los climas tropicales: soportes y bastidores, terminaciones que se podían elegir en diferentes estilos, vidrios transparentes, translúcidos o de color… todo ello ilustrado en los catálogos. En 1858, el jardinero Joseph Paxton presentó «Hothouses for the million. The new portable and economical hothouse», un nuevo invernadero ‘portátil y económico’ que desarrolló a partir de la adaptación de su patente de marco plegable diseñada para la guerra de Crimea: una colección de marcos que podían ser enviados plegados y acristalados. Baratos y prácticos, iban dirigidos a las clases medias.
Fue entonces cuando, a mitad de siglo, se planteó la necesidad de construir un gran edificio para albergar la Great Exhibition of the Industry of All Nations en Hyde Park en 1851. El Crystal Palace permitió poner en práctica la experiencia acumulada a una escala sin precedentes.
El edificio se basaba en un modulación de 24 pies dada por la medida del cerramiento, diseñado según el habitual sistema en zigzag de Paxton. La estructura vertical de soportes de fundición se transladaba prefabricada al lugar y se ensamblaba allí. Todos los soportes tenían el mismo diámetro exterior, y diferentes espesores de acuerdo a la cantidad de pisos que sostuvieran. Formaban un contenedor, con forma de basílica cuya gran nave se reveló una ventaja pues sirvió (de repente) para cubrir el grupo de álamos que se encontraba en medio del solar.
Tras la importante exposición, en 1852 el gran invernadero fue desmontado y trasladado a Sydenham Hill, fácilmente accesible desde Londres por ferrocarril. El diseño se volvió más grandioso: un basamento tuvo que ser añadido, ya que el terreno estaba en pendiente. Se le añadió una bóveda a la nave central, y dos pisos al transepto. Dentro, se representaba la arquitectura de varias épocas, viajando desde los sirios al renacimiento. Árboles de gran envergadura, vegetación exótica, fuentes y piscinas poblaban el interior. En el centro, un órgano y espacio para que bailaran hasta 4000 personas animaba las visitas. El nuevo edificio era mucho más complejo y estaba calefactado.
En 1936, un fuego que se vió desde Londres lo consumió.
Los invernaderos, y el Crystal Palace como su materialización más perfecta, eran un espacio de desplazamiento que transformaba unos lugares en otros. Replicaban un entorno en otro enclave distinto del original. La envolvente transparente del invernadero constituía la separación física más invisible y difícil de percibir posible.
El cerramiento del invernadero suponía además el desplazamiento del interés desde la superficie construida hacia la vida que se desarrolla en el interior de la construcción. La disposición del mundo interior creaba la arquitectura. Temperatura, humedad, movimiento del aire; objetos, vegetales, máquinas y muebles configuraban los espacios como resultado de la desaparición del borde.
El invernadero pretendía trasladar lugares lejanos a su interior, reproduciendo climas y paisajes extranjeros sin que se visualizara la condición de artificio, usando trucos para ocultar los mecanismos que permitían la réplica, en un intento de que la ensoñación fuera completa. Se intentaba tapar la estructura de acero intentando recrear con fidelidad casi absoluta los bosques brasileños, indios o africanos. Al típico ‘bosque tropical’ se accedía por un camino en un valle rocoso cubierto de yucas y otras plantas resistentes al clima templado. Este camino conducía a la puerta, semioculta. Dentro palmeras y passifloras tapaban la estructura.
Así, mediante el desplazamiento, la composición, el aire y la ocultación, el invernadero funcionaba como el instrumento arquitectónico que permitía hacer efectivos los anhelos y deseos de sus dueños.
La arquitectura de AGi architects incorpora la naturaleza a los espacios construidos, siendo la relación entre exterior e interior, y el confort y la experiencia estética del espacio doméstico centrales en los diseños.
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