La cocina es uno de los espacios más complejos de la vivienda. Máquina y corazón de la casa, ha sido el espacio de experimentación de la modernidad y el reflejo de la sociedad de consumo, en forma de electrodomésticos, utensilios, colores y formas, pero también, de hábitos cotidianos y patrones culturales. Cargada de significados, recorremos dos momentos históricos en la historia de la cocina moderna. Veremos primero la cocina eficiente y de dimensiones calculadas. Después, nos acercaremos la cocina futurista que avanzó muchos de los desarrollos tecnológicos que disfrutamos hoy en día.
1927: una cocina como una fábrica
A principios del siglo XX, la sociedad centroeuropea coincidía en una cosa: era necesario diseñar una nueva cocina más eficiente. Era el momento de la arquitectura para experimentar con nuevos tipos de vivienda, prácticos, modernos y económicos, que pudieran ocupar la creciente población trabajadora. La llamada “cocina de Frankfurt” se convirtió en el modelo europeo de cocina moderna.
Su autora fue Margarete Schütte-Lihotzky, la primera mujer graduada por la Wiener Kunstgewerbeschule, la Universidad de Artes Aplicadas de Viena. En la década de los años 20 trabajaba en proyectos de vivienda social con el arquitecto vienés Adolf Loos. En ese momento, los proyectos de vivienda protegida estaban experimentando con distintos tipos de cocinas. Algunas propuestas planteaban espacios separados para la cocina en una habitación propia. Otras, seguían localizando la cocina dentro de un espacio estancial, como era tradicional. Había también conjuntos de vivienda en los que se diseñaban cocinas comunitarias, que se incluían junto a otros servicios como guarderías o lavanderías compartidas.
Impresionado por la claridad funcional que aplicaba Schütte-Lihotzky en el diseño de sus viviendas y cocinas, el arquitecto Ernst May la invitó a unirse a su oficina en 1926. Allí desarrolló la conocida cocina de Frankfurt, poniendo en uso la teoría de organización científica del trabajo desarrollada por el americano Frederick Winslow Taylor en Estados Unidos una década antes.
Taylor había publicado sus ideas en un libro llamado Principles of Scientific Management (“Los principios de la administración científica”). Abogaba por una monitorizacion del trabajo en la fábrica que eliminara todo lo que fuera innecesario, con el fin de lograr una mayor eficiencia industrial. De manera similar a Taylor, la arquitecta austriaca tenía como objetivo mejorar la eficiencia de la ama de casa. Así diseñó una cocina que optimizaba el tiempo de realización de las tareas domésticas a través de la importación de la optimización industrial taylorista.
La cocina de Frankfurt era un espacio estrecho, separado del resto de la casa por una puerta corredera, y adaptado al trabajo de una sola persona. Los alimentos se encontraban a mano desde el asiento dispuesto para la cocinera. Las distancias entre los armarios, el mostrador y el fregadero eran cortas. El tamaño y la disposición compacta de la cocina permitían una fácil limpieza. Para aumentar el espacio de trabajo, los propios muebles contaban con superficies de trabajo adicionales. Estas encimeras extraíbles se desplegaban a través de un tirador que dejaba al descubierto una superficie donde desarrollar las tareas propias de la cocina de doble dimensión.
La cocina de Frankfurt se instaló en unas 10.000 viviendas en Römerstadt, Frankfurt. La pequeña cocina moderna se convirtió un estándar en los edificios de vivienda europea, a pesar de las críticas que recibió por separarse espacialmente del resto de la casa.
1956: cocinas del futuro
Tras la II Guerra Mundial, los avances en la producción en masa generalizaron en muchos países las cocinas de módulos prefabricados y los electrodomésticos. Fue también la época dorada de la Cocina del Futuro. Se diseñaron distintos prototipos en los que el ánimo futurista, un aspecto sensual y un espíritu científico sumaban juntos para estimular el consumo. Durante estas décadas, los avances desarrollados en los ámbitos de la arquitectura y de la industria del hogar transformaron el proyecto de la casa higiénica y mínima. Se trataba ahora del sueño de la casa industrializada, a la vez pensada como un producto de consumo fabricado con nuevos materiales, como el plástico.
La marca de electrodomésticos Frigidare, que formaba parte del gran consorcio automovilístico General Motors, diseñó su propia «Cocina del futuro» en 1956. Ésta quedó representada en la famosa película Design for Dreaming. Esta cocina moderna contaba con un aparato que funcionaba a la vez como lavavajillas, secadora y esterilizador de la vajilla. Disponía también de un sistema para leer recetas electrónicas desarrollado por IBM. Sus armarios se movían, y tenía un teléfono con altavoz y una lavadora que se activaba según lo llena que estuviera.
También en 1956, los arquitectos ingleses Peter y Alison Smithson expusieron una Casa del Futuro en la Ideal Home Exhibition que organizaba el Daily Mail. Sus paredes eran de plástico transparente, las sillas eran plegables y de plexiglás, y tenía aire acondicionado. En ella, la cocina tenía forma de carrito para cocinar y servir. Funcionaba mediante energía eléctrica procedente de una central nuclear cercana. Los alimentos se conservaban sin necesidad de refrigeración gracias a que habían sido tratados mediante rayos gamma. Una esposa, con traje futurista de nylon, seguía siendo quien servía la comida atómica al esposo, que se sentaba leyendo el periódico.
Más tarde, en 1957 la marca Whirlpool/RCA también lanzó una cocina del mañana, que llamó Miracle Kitchen. Este prototipo incluía un ‘cerebro electrónico’ situado en una isla en el centro. Este planning center se planteaba como un puesto de trabajo parecido al que tendría un trabajador en la fábrica. La cocina se convertía en un auténtico panóptico de la casa desde el que controlar el resto del espacio doméstico.
La cocina mostraba además un microondas, una criada mecánica e iluminación de ambiente. La Miracle Kitchen era un mundo automatizado y controlado, accionado con un mando a distancia; autolimpiables y autocontroladas. Dos años después, en 1959, se expuso en la National American Exhibition de Moscú, y en ella tuvo lugar el famoso Kitchen Debate entre Richard Nixon y Nikita Krushchev.
Muchos de los planteamientos propuestos por estos dos momentos en la historia de la cocina moderna han quedado fijados en las máquinas que usamos hoy en día. Técnicamente, la cocina de Frankfurt supuso una revolución en el campo de la especialización y ordenación del trabajo. Su tamaño y la idea de eficiencia sirvieron para resolver el problema de la cocina en espacios reducidos como el de las viviendas pequeñas para clases sociales menos pudientes. Las cocinas del futuro americanas de los años 50, centradas en las innovaciones tecnológicas y los electrodomésticos, profundizaban en el papel del ama de casa como trabajadora especializada. Ella además controlaba todo lo que ocurría en el espacio doméstico desde su puesto.
Ambos ejemplos se muestran como arquitecturas clásicas del siglo XX que han marcado los espacios contemporáneos. A la vez que reflejaban asuntos clave de la historia del siglo, como la tecnificación de la vida, la importancia dada a la idea de productividad, o los papeles asignados a los distintos miembros de la sociedad.
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